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Redacción IT NOW

El arte de desaparecer: cómo Google hizo de borrar rastros parte de su cultura corporativa

Según reveló The New York Times, la empresa perfeccionó durante años un manual interno para evitar que sus comunicaciones se convirtieran en evidencia incriminatoria. La estrategia, diseñada para protegerse, terminó exponiendo a la compañía a fuertes críticas legales y regulatorias.


En 2008, Google, el gigante de las búsquedas, enfrentaba un momento crucial: su acuerdo publicitario con Yahoo estaba bajo la lupa de los reguladores, y los litigios por patentes y derechos de autor amenazaban su posición en el mercado. En respuesta, la empresa emitió un memorando confidencial que marcaría el inicio de una estrategia sin precedentes: hacer de la discreción y la eliminación de registros parte esencial de su cultura corporativa.


“Creemos que la información es buena”, decía el documento. Sin embargo, advertía que palabras imprudentes o casuales de los empleados podrían ser utilizadas en su contra por reguladores o competidores. La solución fue cambiar las reglas del juego: restringir las especulaciones y el sarcasmo en las comunicaciones internas, desactivar el historial de chats por defecto y reforzar el uso del privilegio abogado-cliente, incluso cuando no era necesario.


Esta política, descrita como un esfuerzo por evitar “comentarios incriminatorios”, evolucionó durante los siguientes 15 años hasta convertirse en un sello distintivo de Google: recolectar y almacenar la información del mundo mientras minimizaba su propio rastro interno, de acuerdo a una investigación del New York Times.


La cultura de la desconfianza

Las acciones de Google salieron a la luz a través de una serie de juicios antimonopolio recientes, donde documentos y testimonios revelaron cómo la empresa había perfeccionado técnicas para dificultar el acceso a sus comunicaciones internas. Entre las prácticas destacadas estaba el uso generalizado de etiquetas de “privilegio abogado-cliente” en correos y documentos, incluso cuando no se discutían temas legales.


Aunque la estrategia buscaba evitar que las comunicaciones pudieran ser utilizadas en su contra, también generó acusaciones de destrucción de pruebas relevantes. Jueces y reguladores han señalado estas políticas como un intento deliberado de evitar la transparencia. En un caso, el juez James Donato describió las prácticas de Google como “un asalto frontal a la justicia”.


La ironía de ser el guardián de la información

Google no está solo en su esfuerzo por controlar el flujo de información en la era digital. Empresas como Amazon y Albertsons también han sido acusadas de borrar mensajes relevantes en investigaciones legales. Sin embargo, el escrutinio hacia Google ha sido más severo debido a su imagen como el guardián de la información global.


Agnieszka McPeak, profesora de derecho en la Universidad Gonzaga, lo resume con precisión en el artículo: “Google tenía una política corporativa de ‘no guardemos nada que pueda hacernos quedar mal’, y eso es precisamente lo que los hace quedar mal”.


¿Protección o paranoia?

Esta cultura corporativa no solo refleja el temor de Google a ser objeto de demandas millonarias, sino también las lecciones aprendidas tras el caso antimonopolio de Microsoft en los años 90. En aquel entonces, documentos internos de Microsoft, que incluían frases como “necesitamos continuar nuestra jihad” o “queremos que apuñales al bebé”, se convirtieron en evidencia devastadora en los tribunales.


Para Google, evitar errores similares significó imponer límites al lenguaje, restringir el acceso a información sensible y, en algunos casos, volver a tecnologías obsoletas como el fax para mantener las conversaciones fuera del alcance digital.


Un juego de alto riesgo

Aunque estas tácticas pueden haber protegido a Google en el corto plazo, también han alimentado una percepción de opacidad. La desconfianza hacia sus prácticas se ha convertido en una desventaja reputacional, especialmente en un momento donde los gigantes tecnológicos están bajo un escrutinio sin precedentes por su influencia y monopolio.


El caso de Google ilustra el dilema de las empresas modernas: cómo manejar el vasto ecosistema de comunicaciones digitales sin comprometerse a sí mismas. Pero, como han señalado los jueces en los casos recientes, el precio de esta “cultura del borrado” podría ser mucho más alto si conduce a sanciones legales más severas en el futuro.


En un mundo donde la transparencia y la responsabilidad corporativa son cada vez más valoradas, las estrategias de silencio podrían terminar siendo el arma más peligrosa contra quienes las emplean.


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