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Redacción IT NOW

Google y Meta tendrían tecnología de reconocimiento facial que consideran muy peligrosa para lanzar

Según The New York Times, ambas empresas cuentan con desarrollos tan precisos y poderosos que no solo frenaron sus lanzamientos, sino que también adquirieron compañías emergentes que trabajaban en lo mismo y cerraron sus servicios al público.


De acuerdo al artículo del periódico estadounidense, ya en 2017 Meta estaba trabajando en un sombrero con una cámara capaz de identificar personas y Google en una aplicación que podía ayudar a encontrar fotografías de quien uno quisiera.


Si bien la tecnología de reconocimiento facial ofrece beneficios, como ayudar a las personas con problemas de visión a identificar a otras o permitir a alguien a encontrar un colega en una conferencia llena de gente, los casos de uso potencialmente peligrosos impidieron que ambos gigantes hicieran que la tecnología estuviera ampliamente disponible.


El reconocimiento facial siempre estuvo en el centro del debate sobre el papel de la tecnología en la erosión de la intimidad personal. Hace años, la implementación previa de esta tecnología de Facebook, utilizada para etiquetar a amigos en fotos, generó protestas de defensores de la privacidad y resultó en una demanda colectiva en Illinois en 2015 que finalmente costó US$650 millones a la compañía.


Ya en 2011, un ingeniero de Google sorprendió al mundo al revelar que estaba trabajando en una herramienta capaz de buscar la cara de una persona en Google y mostrar otras fotos en línea de ese individuo. Meses después, Eric Schmidt, presidente de la compañía en ese momento, reconoció que habían "frenado" ese trabajo. "Según mi conocimiento, es la única tecnología que Google desarrolló y, después de analizarla, decidimos detenernos", dijo.



Según el artículo del diario, de manera consciente o no, las grandes empresas tecnológicas también jugaron un papel clave en mantener esta tecnología lejos del público en general al adquirir startups avanzadas que también la ofrecían. En 2010, Apple compró una prometedora empresa sueca de reconocimiento facial llamada Polar Rose. En 2011, Google adquirió una firma estadounidense muy utilizada por las agencias federales, llamada PittPatt. Y en 2012, Facebook compró la israelí Face.com. En todos estos casos, los nuevos propietarios cerraron los servicios de las adquiridas para el público en general. Así, "los gigantes de Silicon Valley se convirtieron en los guardianes de facto que determinaban cómo y si se utilizaría esta tecnología", reza la investigación.


Facebook, Google y Apple implementaron la tecnología de reconocimiento facial en lo que consideraron usos relativamente benignos: para desbloquear teléfonos inteligentes, etiquetar a amigos conocidos o para categorizar automáticamente las fotos de los teléfonos según las caras de las personas que aparecían en ellas.


Pero en los últimos años, startups como Clearview AI y PimEyes han llevado al límite lo que el público creía posible al lanzar motores de búsqueda facial emparejados con millones de fotos de la web pública (PimEyes) o incluso miles de millones (Clearview). Con estas herramientas, disponibles para la policía en el caso de Clearview AI y para el público en general en el caso de PimEyes, una foto de alguien puede usarse para encontrar otras fotos en línea en las que aparece ese rostro, potencialmente revelando su nombre, perfiles de redes sociales o información que una persona nunca querría que se vinculara públicamente, como imágenes comprometedoras.


Lo que estas startups han logrado no fue un avance tecnológico, sino uno ético. Las gigantes tecnológicas desarrollaron la capacidad de reconocer rostros de personas desconocidas años antes, pero eligieron retener la tecnología, decidiendo que la versión más extrema, es decir, poner un nombre a un rostro desconocido, era demasiado peligrosa para hacerla ampliamente disponible.


Ahora que el tabú se ha roto, la tecnología de reconocimiento facial podría volverse ubicua. Actualmente utilizada por la policía para resolver crímenes, por gobiernos autoritarios para monitorear a sus ciudadanos y por empresas para protegerse de sus enemigos, podría convertirse pronto en una herramienta en nuestras manos, una aplicación en nuestro teléfono o en unas gafas de realidad aumentada que traería consigo un mundo sin desconocidos.



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