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Larga vida a la basura electrónica

El reciclaje tecnológico en República Dominicana y Puerto Rico es una deuda ambiental pendiente.




En una era definida por la constante innovación y obsolescencia programada, la vida útil de los dispositivos tecnológicos se ha reducido drásticamente. Cada año, millones de celulares, laptops, tablets, televisores y electrodomésticos inteligentes son desechados en todo el mundo. En República Dominicana y Puerto Rico, esta tendencia ha generado un desafío ambiental creciente: ¿qué hacer con la montaña invisible de desechos electrónicos que se acumula silenciosamente?


Según cifras del Global E-waste Monitor, América Latina y el Caribe generaron en conjunto más de 1.2 millones de toneladas de residuos electrónicos en 2022. Aunque no existen estadísticas oficiales recientes desagregadas por país para República Dominicana y Puerto Rico, organizaciones ambientales estiman que ambos territorios contribuyen significativamente a este volumen debido a su alta tasa de consumo de tecnología importada.


En Puerto Rico, se estima que cada habitante genera entre 10 y 12 kilos de basura electrónica al año. En República Dominicana, si bien el consumo per cápita es más bajo, la informalidad del manejo de estos residuos y la carencia de una infraestructura robusta para su tratamiento agravan el impacto ambiental.


Muchos de los aparatos electrónicos en desuso terminan en vertederos a cielo abierto, donde los materiales tóxicos como plomo, mercurio, cadmio y retardantes de llama bromados se filtran al suelo y las aguas subterráneas. En el caso de Puerto Rico, la saturación de los vertederos y las restricciones de exportación complican aún más el reciclaje de estos productos.


En República Dominicana, el problema se agrava por la existencia de “chatarreros informales” que desmantelan equipos sin medidas de protección, liberando sustancias peligrosas al ambiente y exponiéndose a serios riesgos para la salud.


Tanto en Puerto Rico como en República Dominicana han surgido esfuerzos para abordar el reciclaje tecnológico, aunque aún se encuentran lejos de alcanzar una escala suficiente.


En Puerto Rico, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) promueve desde hace años campañas de recogido de electrónicos y trabaja con empresas privadas como PR E-Waste y Green Tech Recycling, que ofrecen servicios de recolección y manejo especializado. Sin embargo, la falta de campañas educativas continuas y de incentivos para el consumidor limita su impacto.


En República Dominicana, el Ministerio de Medio Ambiente ha colaborado con iniciativas como “Eco E-Waste RD” y otras fundaciones privadas que realizan jornadas de recolección en plazas comerciales, universidades y empresas. Pero estas jornadas suelen ser esporádicas y de cobertura limitada.


Una luz de esperanza se vislumbra en el Proyecto de Ley de Gestión Integral de Residuos Electrónicos, que busca establecer un marco normativo para regular la recolección, tratamiento y disposición final de estos desechos. Sin embargo, la ley aún no ha sido aprobada ni discutida con la urgencia que el tema amerita.


El reciclaje tecnológico no es solo una necesidad ambiental, sino también una oportunidad económica. Diversos estudios internacionales han demostrado que, bien gestionado, el e-waste puede convertirse en una fuente valiosa de metales como oro, cobre, plata y litio.


En este sentido, ambos territorios podrían fomentar la creación de centros de acopio y reciclaje que no solo reduzcan el impacto ambiental, sino que también generen empleos verdes y fomenten una economía circular. Sin embargo, esto requeriría políticas públicas decididas, incentivos fiscales para las empresas y un cambio cultural en la forma en que consumidores se relacionan con la tecnología.


En países como Estados Unidos y varios miembros de la Unión Europea, fabricantes como Apple, Samsung y HP están obligados por ley a ofrecer programas de devolución y reciclaje de productos. En República Dominicana y Puerto Rico, estas iniciativas existen, pero de forma limitada y sin una campaña de concienciación fuerte que las respalde.


El consumidor también tiene un papel crucial: guardar dispositivos obsoletos en gavetas o desecharlos sin criterio solo prolonga el problema. La educación ambiental sobre la importancia de reciclar adecuadamente es tan importante como la infraestructura misma.


El reciclaje de dispositivos tecnológicos en República Dominicana y Puerto Rico es, hoy por hoy, una asignatura pendiente. Las islas están en una encrucijada entre el avance tecnológico y la sostenibilidad ambiental. Convertir los residuos electrónicos en una oportunidad económica y ambiental requiere voluntad política, compromiso empresarial y acción ciudadana. De lo contrario, lo que hoy parece un problema invisible, pronto podría convertirse en una crisis irreversible.


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