Ser un desarrollador exitoso requiere de una combinación de habilidades, mentalidades y disciplinas que van más allá de escribir líneas de código. Conózcalas.
El experto en tecnología Vadim Kravcenko analizó en profundidad cuáles son los hábitos que distinguen a un ingeniero de software promedio de uno extraordinario. Para él, la diferencia entre un programador y un gran programador es la amplitud y profundidad de su enfoque para entregar valor.
Uno de los hábitos clave que destaca es la capacidad de ver más allá del código inmediato. Los buenos desarrolladores constantemente lidian con preguntas como cuál será la interacción del código con otros componentes, cómo escalará y qué tan mantenible será. Tienen una mentalidad proactiva, dividiendo los problemas complejos en tareas más manejables. Buscan input de colegas cuando se sienten estancados y se enfocan en mantener el impulso hacia adelante con pequeños incrementos.
Otro rasgo distintivo es la pasión por el oficio. Los mejores ingenieros se emocionan con el surgimiento de nuevos lenguajes de programación y tecnologías. Invierten horas en problemas desafiantes no solo porque deben, sino porque disfrutan del proceso de aprendizaje. Esta curiosidad insaciable los mantiene motivados y con sus habilidades afiladas. Constantemente buscan nuevos desafíos, ya sea explorando un nuevo framework, algoritmo o tendencia tecnológica emergente.
Kravcenko también resalta la importancia de entender el "por qué" detrás del código. Tener una comprensión fundamental de cómo funcionan los sistemas subyacentes permite a los desarrolladores guiar sus decisiones, innovar y resolver problemas más rápidamente. Por ejemplo, comprender cómo el motor de JavaScript ejecuta el código puede cambiar la forma en que un desarrollador frontend piensa sobre el rendimiento de una página. Asimismo, pensar en términos de sistemas en vez de piezas individuales es clave. Los grandes programadores ven el panorama general, entendiendo cómo su código impacta no solo su sistema individual sino a otros departamentos y al negocio en general.
Otros hábitos que destaca Kravcenko son la importancia de desconectarse de las pantallas para recargar baterías, desarrollar la habilidad de hacer estimaciones y cálculos rápidos para tomar mejores decisiones, y enfocarse en soluciones sostenibles a largo plazo en lugar de parches rápidos. Sobre esto último, señala que hay que tener cuidado con endeudarse técnicamente, ya que los atajos del presente pueden convertirse en obstáculos del futuro.
También menciona la habilidad de los buenos desarrolladores para detectar código de mala calidad de manera casi intuitiva gracias a su experiencia, así como la importancia de tener opiniones fuertes pero con flexibilidad ante nueva información. En definitiva, la excelencia en ingeniería de software va mucho más allá de la habilidad para codificar. Requiere de curiosidad intelectual, pensamiento sistémico, gran visión y una mentalidad centrada en aportar valor real a través de la tecnología. Cultivar estos hábitos es clave para aquellos desarrolladores que aspiren a la grandeza.
Para el experto, la codificación es el punto de partida, la entrada al mundo del desarrollo de software. Pero lo que separa a los buenos ingenieros de los extraordinarios es la capacidad de ver más allá de las líneas de código inmediatas. Es entender el panorama general y el propósito final que se busca lograr. Implica reconocer que el software existe en un ecosistema, interactuando con usuarios, otros sistemas y departamentos. Los grandes programadores internalizan que su trabajo tiene implicancias reales que van más allá de la satisfacción intelectual de resolver un problema técnico. Tienen una combinación única de habilidades técnicas, curiosidad intelectual y visión sistémica que los convierte en ingenieros excepcionales.