Cunas inteligentes, monitores con visión nocturna y pañales con sensores, la tecnología invade la crianza moderna, pero algunos expertos cuestionan si estos dispositivos realmente ofrecen seguridad o solo refuerzan el miedo.
El auge de la tecnología para bebés entre los millennials impulsa una nueva ola de productos inteligentes que buscan optimizar la crianza desde el primer día. Desde cunas automatizadas hasta monitores de signos vitales, el mercado del baby-tech se convierte en un fenómeno en crecimiento impulsado por la preocupación de los nuevos padres y la omnipresencia de la tecnología en la vida diaria.
De acuerdo con Business Insider, un ejemplo de esta tendencia es la cuna inteligente Elvie Rise, presentada en la feria CES de 2024. Con un precio de 800 dólares, esta cuna mecedora se ajusta automáticamente a las preferencias del bebé y puede transformarse en un moisés. La empresa fabricante justifica su elevado costo con un argumento recurrente en el sector: la seguridad infantil. Según una encuesta de Elvie, muchos padres en EE. UU. utilizan productos que no cumplen con las normativas de seguridad del sueño. Esto refuerza la idea de que invertir en tecnología avanzada es una decisión responsable.
El mercado del baby-tech explotó en los últimos años con productos como el Owlet Dream Sock, un calcetín inteligente que monitorea signos vitales, o el Nanit Plus, un vigilabebé con visión nocturna capaz de rastrear la respiración del lactante. Estos dispositivos ofrecen datos en tiempo real sobre los bebés, lo que brinda tranquilidad a algunos padres, pero puede aumentar la ansiedad en otros. Becca Susong, pediatra y asesora en cuidados perinatales, advierte que no hay pruebas de que estos productos reduzcan el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL), por lo que la Academia Americana de Pediatría desaconseja su uso en casa. "Tiendo a no recomendar los de alta tecnología", señala Susong, destacando su elevado costo y su funcionalidad cuestionable.
El atractivo de los mismos no solo se basa en la seguridad, sino también en la optimización de la crianza. Logan Blackburn-Issitt, un empresario británico, utilizó sensores de movimiento para sus seis hijos. "Si los bebés dejaban de respirar, nos avisaban enseguida", explica. Aunque reconoce que las falsas alarmas pueden ser estresantes, sigue confiando en la tecnología para garantizar la seguridad de sus hijos.
Sin embargo, esta dependencia de dispositivos también genera preocupaciones. Ellie Messinger-Adams, madre de dos niños, cuenta que usaba cámaras de vigilancia Wyze, pero eventualmente las desconectó porque revisar las imágenes se convirtió en una obsesión. "Es como una especie de libertad", afirma. Sogand Ghassemi, psiquiatra perinatal, advierte que la monitorización excesiva puede aumentar la ansiedad y la hipervigilancia, afectando incluso la salud mental de los padres.
El baby-tech evolucionó hasta incluir productos como cochecitos autónomos con inteligencia artificial de la startup Glüxkind o sensores Bluetooth para detectar el estado de los pañales. A pesar de su sofisticación, no todos estos dispositivos encuentran un mercado sólido, como el detector de excrementos de la startup Monit, que no logró despegar tras su presentación en la Cumbre BabyTech de 2019.
Los millennials, criados en la era del Internet de las Cosas y la hiperconectividad, trasladan su interés por la tecnología a la paternidad. Sin embargo, según expertos como Emily Guarnotta, psicóloga clínica especializada en salud mental perinatal, la sensación de control que ofrecen estos dispositivos puede volverse un arma de doble filo, generando un ciclo de dependencia y ansiedad.
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