La mayoría de los más de 11.000 participantes de un experimento no pudieron distinguir arte creado por inteligencia artificial del humano. También tendieron a favorecer las piezas de la IA cuando se las juzgó a ciegas.
¿Qué tan fácil sería diferenciar una obra maestra de un cuadro generado por inteligencia artificial? Esa fue la pregunta que más de 11.000 personas intentaron responder en un experimento diseñado para enfrentar nuestra percepción del arte frente a los avances tecnológicos. El reto consistía en identificar 50 imágenes, divididas entre creaciones humanas y generadas por IA, abarcando estilos que iban desde el Renacimiento hasta el arte digital contemporáneo. Los resultados fueron sorprendentes, tanto por lo que revelaron sobre la capacidad de las IA como por los sesgos y limitaciones de los propios participantes.
Con una probabilidad aleatoria del 50 % de acertar, la mediana de los participantes apenas alcanzó un 60 % de respuestas correctas, dejando en evidencia lo complicado que resulta distinguir entre el trazo humano y el generado por algoritmos. Aunque el test fue cuidadosamente diseñado para ser equilibrado, incluyendo solo las mejores obras de cada categoría, tanto humanas como artificiales, esta selección hizo aún más difícil diferenciar las fuentes.
Uno de los grandes desafíos fue que muchas personas se dejaron llevar por el estilo de las obras. Por ejemplo, las piezas impresionistas generadas por IA fueron casi siempre clasificadas como humanas, mientras que una pintura real de Paul Gauguin fue considerada artificial por la mayoría.
Otro hallazgo revelador fue que los participantes no pudieron evitar asociar ciertos estilos con sus expectativas. Obras digitales creadas por humanos, como el impresionante "Victorian Megaship" de Mitchell Stuart, fueron etiquetadas como generadas por IA debido a su estética moderna. Esta tendencia demuestra cómo el juicio sobre la autenticidad artística está profundamente influido por el estilo y no necesariamente por la calidad o la complejidad.
Curiosamente, la IA no solo confundió a los participantes, sino que también ganó sus corazones. En el apartado donde se pedía a los participantes elegir sus imágenes favoritas, las dos más votadas fueron creadas por algoritmos. De las diez obras más populares, seis eran de IA. Esto plantea preguntas fascinantes: ¿acaso las máquinas están perfeccionando un tipo de arte que conecta más con el gusto moderno?
Incluso quienes afirmaron detestar el arte generado por IA mostraron preferencias por las imágenes creadas por máquinas cuando no sabían su origen. Esto podría indicar que el rechazo hacia la IA en el arte está más relacionado con percepciones culturales, como la facilidad con la que se crean las obras, que con su calidad intrínseca.
Mientras que las IA parecen estar avanzando en el mundo del arte, este experimento deja en claro que los prejuicios humanos juegan un papel fundamental en cómo evaluamos el valor de una obra. Marcel Duchamp, quien en su momento desafió las nociones tradicionales del arte al instalar un ordinario urinario en una galería, podría encontrar en la IA una nueva aliada en su cruzada por redefinir lo que consideramos "arte".
Más que un debate sobre si la inteligencia artificial puede crear arte, el verdadero desafío está en nuestras propias limitaciones para aceptar lo nuevo y reconocerlo como legítimo. Al final, quizás el arte no sea solo el resultado, sino lo que nos hace cuestionar y redefinir nuestros propios paradigmas.
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