El gran desafío es hacerlo con los valores y la ética de la propia organización sin perder de vista el valor humano.
Por Juan José López Murphy, Head Data Science de IA de Globant.
A los dos meses de haberse lanzado públicamente, ChatGPT alcanzó los 100 millones de usuarios. Solo por comparar, TikTok demoró nueve meses. Pero eso no es todo. Según un reporte basado en datos de Similarweb, durante enero tuvo un promedio de 13 millones de visitantes únicos por día. El fenómeno es simultáneo en las diferentes latitudes y pone de manifiesto los avances de la inteligencia artificial (IA). Pero ¿por qué, si ya escuchamos tantas veces hablar de esta tecnología, aún continúa llamando la atención?
Hay tres características principales que la distinguen: en primer lugar, que ChatGPT está al alcance de todos. Nos sentimos atraídos por ingresar al sitio web y hacerle una consulta en cualquier idioma, de variados temas y esperar que el chatbot “tipee” letra por letra. En segundo lugar, la naturalidad con la que se comunica y el tono conversacional, incluso con respuestas que varían el nivel de precisión.
En tercer lugar, ya no es simplemente un algoritmo que responde a ciertos inputs, sino que también es generativo. La inteligencia artificial no se aplica para interpretar, analizar y hacer una clasificación, sino que es capaz de crear. A ChatGPT se le puede pedir que invente una historia con determinados personajes, que escriba el guion de una película o que nos cuente un chiste. Como ChatGPT, hay otros desarrollos (Stable Diffusion, Dall-e y muchos otros) que ya hacen dibujos, intervienen fotos, copian caras o imitan voces.
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Desde hace años, la inteligencia artificial se está introduciendo en la vida de las personas. A diferencia del boom actual, el avance fue tan gradual y en diferentes direcciones que algunos ya no logran identificarla. Sin embargo, está en nuestras consultas a los motores de búsqueda, en las recomendaciones que recibimos de las redes sociales y hasta en el autocompletar del correo electrónico. Lo naturalizamos y es posible que, así como nos parece normal preguntarle algo a Siri, a Google y a Waze, dentro de un tiempo también haya un chatbot, ya no para jugar, sino para resolver otras cuestiones.
Desde el lado del usuario, el éxito de la inteligencia artificial radica en incrustarse de forma imperceptible como si fuera magia. Desde el lado de la empresa, ver cuál es la mejor manera para potenciar el modelo de negocios. La importancia de ChatGPT radica fundamentalmente en la familiarización de las personas con la inteligencia artificial. Este fenómeno obliga a las empresas a mantenerse actualizadas y modifica la pregunta inicial: el dilema ya no es a favor o en contra de la tecnología, sino cómo implementarla para maximizar el negocio.
El gran desafío es hacerlo con los valores y la ética de la propia organización sin perder de vista el valor humano. No es lo mismo crear una herramienta para las personas que un robot que las reemplace. En ChatGPT el dilema pasó por la responsabilidad de sus respuestas. Es decir, que no reafirmen estereotipos, que no divulguen discursos de odio ni prejuicios. Era una posibilidad, considerando los contenidos que circulan por la web y que la información la incorporó “leyendo” ocho millones de textos y más de diez millones de palabras.
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Sin embargo, superó la primera prueba con éxito. Ante la pregunta de si es mejor ser negro o blanco, responde que no existe una mejor raza (sic) o color de piel y si la pregunta es sobre un defecto de un grupo social (¿por qué son sucios?, ¿por qué son feos?, ¿por qué no trabajan?, etcétera), dice que “es un estereotipo falso y ofensivo” y alerta que el contenido viola la política de la empresa. Más allá de este inicio próspero, nada es infalible y ChatGPT (como cualquier sistema informático) está expuesto a hackeos. Tanto es así que ya fue vulnerado por ciberdelincuentes que lograron que se enoje con los usuarios y los amenace.
La aparición fulgurante de ChatGPT posiblemente deje de ser tan masiva en los próximos meses, pero dejará un legado mucho mayor: la percepción de las personas sobre la capacidad de la inteligencia artificial. El próximo paso, entonces, será que está herramienta que se basa en la evaluación probabilística de millones de datos sea cada vez más concreta y no solo respete formatos, sino también estilos y tecnicismos de cada industria. Ante esto, y contra muchos pronósticos, el humano no será reemplazado, sino que ocupará roles mucho más estratégicos, direccionando a que la inteligencia artificial no cometa fallas.
Una moraleja bien cercana pinta el diagnóstico de cuerpo entero: el sitio de ChatGPT estuvo caído unos días y al consultarle qué había pasado, respondía: “si experimenta algún problema al utilizar GPT, es posible que la solución más adecuada sea contactar con equipo de soporte”. La propia inteligencia artificial ya lo aprendió: en casos extremos, consultar a una persona porque, sin conciencia humana, en vez de un avance estaríamos ante una amenaza.
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